Todo crecimiento implica continuidad porque los procesos siempre desencadenan unos con otros, como lo vemos en el ser humano, en las plantas, en los grupos sociales que avanzan y se desarrollan alcanzando altos niveles de progreso en todos los órdenes.
Nada se gana tratando de ignorar, destruir o negar lo que otros hicieron esgrimiendo legitimidad porque se ostenta el poder conferido por una elección.
Es lamentable la actitud de algunos de nuestros funcionarios que se empeñan en culturizarnos con una parodia estrecha de lo que, con mucho más brillo ya se ha hecho en nuestro pueblo, porque hasta ahora, la gestión que nos rige no ha mostrado nada innovador que, al menos, justifique la jactancia.
Hay una concepción de poder, cuestionable, que intenta imponer una transformación que más que tal es retroceso, porque si no se protege, guarda y conserva la historia y el patrimonio cultural de una comunidad se la destruye desde sus bases. Ya lo decía Martín Fierro en el canto XXVII:
“y he de decir a si mismo
Porque de adentro me brota
Que no tiene patriotismo
Quien no cuida al compatriota”
Por un lado el discurso, las promesas, el anuncio altisonante enmascaran la mediocridad, por el otro se trata de incorporar ciertos sectores y complicar el porvenir de otros. Se olvida que el objeto de la política es el bien común y no el favoritismo descarado y circunstancial. Muchos de los que hoy se intenta sumergir en el olvido han sido el basamento generoso de nuestra historia cultural, fundadores, sostenedores y continuadores de instituciones donde se formaron algunos de los que lamentablemente han perdido la memoria y extraviado los archivos.
Tener poder no significa piedra libre para avasallar, atropellar, dominar impunemente e imponer un criterio personal con la soberbia de quien está por encima de los demás.
“Todo poder encuentra, su justificación únicamente en el bien común, en la realización de un orden social justo. Por consiguiente el poder no deberá servir nunca para proteger los intereses de un grupo en detrimento de los otros” (Juan Pablo II, Brasil 3/7/80).

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