Debemos trabajar desde la UCR, en la construcción de un planteo que considere primario el objetivo que los estados locales y provinciales tengan capacidad independiente para defender sus economías. Ese es el nudo del problema ya que el modelo del Justicialismo se basa en la exacción impositiva y el manejo discrecional de los fondos públicos, en este caso del proveniente de las retenciones a las importaciones agropecuarias.
El justicialismo, ya que esa es la disputa que instaló Cristina al hablarle al país desde Parque Norte, con D’ Elía y Palacios en Plaza de Mayo y los Gobernadores del Partido en el Palco, pretende crear una secretaría que desde el Ejecutivo diseñe y controle la ejecución de las políticas públicas de la Nación en relación con los sectores de la producción agrícola ganadera, para los próximos 4 años –esto dicho por el propio Jefe de Gabinete- lo cual nos indica que el justicialismo está lejos de considerar la política agroindustrial Argentina como una Cuestión de Estado.
Pues bien, considero que esa herramienta estará sumamente condicionada por el presidencialismo hegemónico, expresado en la decisión de crear divisiones dentro del movimiento agropecuario intentando reducir a representación del campo a la presencia corporativa de los diferentes sectores. El Justicialismo en el Gobierno no tiene capacidad para articular el grado de movilización social que alcanzó el conflicto con el campo, por que no entiende la lógica existencia de la diferencia y mucho menos la tolerancia y el respeto por esa diferencia. Todo esto a tres meses de haber asumido el gobierno con un amplio margen de popularidad
De acuerdo con la realidad que plantean los productores a lo largo y ancho del país, creo que esa pensada Secretaría debería conformarse con la presencia de las representaciones de las provincias productoras de carne, de vino, de leche, de soja, de arroz, de yerba mate, etc., ya que son quienes padecen y conocen los problemas y están en mejores condiciones para resolverlos. Solamente una verdadera Federalización de los ámbitos sensibles del Ejecutivo Nacional puede establecer soluciones que sobrepasen los cambios de gabinete o las consecuencias de las variaciones de los precios internacionales de los productos que Argentina exporta y consume.
Tengamos en cuenta un argumento irrefutable: los granos, la leche y la carne, como todo los otros productos se producen en las provincias no en la Capital Federal. Sin lugar a dudas la concentración institucional que se pretende mantener a toda costa en manos del gobierno central, ha sido un elemento definitorio en deterioro de una economía federal y por lo tanto de una política institucional en concordancia con lo que establece nuestra Constitución.
Prueba de esa concepción centralista y vertical del Justicialismo, inhibidora de los procesos de cambio regionales o locales, es el reiterado y sostenido embate contra las autonomías provinciales llevada a cabo a través de los Pactos Fiscales de Menem, o el condicionamiento de las autoridades y representantes provinciales a cambio de presupuestos misérrimos – en relación con la riqueza que generan las provincias – en obras públicas, haciéndonos dudar de que ese sea el modelo de gestión que disminuya la pobreza y mejore la calidad ciudadana, plebiscitado y votado por el pueblo argentino.
Este es el fenómeno político estructural que no permite resolver con rapidez la crisis que enfrentan los sectores de la producción y que vienen planteando hace tiempo sin ser escuchados.
Si la regulación de los grandes pools de siembra no está a la fecha, habrá que preguntarle inmediatamente a Néstor Carlos Kirchner (4 años), Eduardo Duhalde (2 años), mayorías abrumadoras en ambas Cámaras Legislativas, mayorías abrumadoras en las gobernaciones y legislaturas provinciales, Leyes de Emergencia perpetuas que permiten al Jefe de Gabinete (proveniente del mismo signo partidario) asignar recursos sin control del Congreso Nacional, desmantelamiento y manejo arbitrario del Organismo Nacional de la Estadística (INDEC) para enturbiar las variables que permiten identificar el verdadero grado de concentración de riqueza en pocas manos, cómplices de cualquier Gobierno.
El Justicialismo no lleva adelante un gobierno progresista, ni vino a la historia del país para cambiar el modelo de generación, acumulación y distribución de la riqueza. Tampoco se lo critica por las acciones encaminadas a esclarecer los delitos aberrantes cometidos por el terrorismo de estado en la ultima dictadura, utilizar ese argumento para sembrar la desconfianza y la inestabilidad en la población es verdaderamente reaccionario ya que no existen factores de poder en el escenario social con intenciones de interrumpir el sistema democrático.
La falta de diálogo político, institucional y social es otro elemento que lo caracteriza como un régimen autoritario, conservador y reaccionario ya que no dialoga por considerar que sus interlocutores tuvieron responsabilidad con el pasado o no tienen suficiente capital político o social como para sentar a las máximas autoridades en una mesa a discutir y escuchar pedidos o sugerencias, o simplemente no dice nada.
Frente al reclamo de los productores la sociedad salió a la calle a brindar su apoyo en una clara muestra de reconocimiento del aporte que realizan estos sectores al bienestar de la población y en rechazo a una manera de entender la economía que sigue sin resolver la industrialización, el progreso de las comunidades más alejadas de los centros urbanos, una economía incierta y manejada desde las oficinas de Puerto Madero o desde la oficina de Guillermo Moreno y sus amigos en el INDEC, con una fortificada preponderancia del Poder Ejecutivo por sobre los demás Poderes del Estado.
El Justicialismo no quiere el debate político, no quiere debatir el perfil económico de atraso, prefiere mantener una economía nacional que brinda escasa infraestructura a la producción y al comercio, una economía que no maneja su Banca, ni su Petróleo, dependiente en lo energético, con sobreprecios, con subsidios a los amigos dueños de Empresas Concesionarias de servicios públicos como el trasporte de pasajeros o el ferrocarril.
El Justicialismo en el gobierno no quiere discutir la coparticipación a las provincias a pesar que gobierna la mayoría y los gobernadores justicialistas han dado muestras de un formidable estado atlético, no solo para realizar piruetas y reverencias según cambia de manos el poder partidario, sino para mantener durante mucho tiempo un estado de genuflexión.
La más clara alternativa política del Radicalismo, es mantener su reclamo de mayor democracia política y de Federalismo real. Esta crisis sin dudas nos ha permitido reencontrarnos en la calle, salir del ostracismo culpógeno y comenzar a delinear con mayor fuerza la agenda política que reclaman los habitantes del país y las provincias.
No hemos pretendido en ningún momento capitalizar el conflicto, hubiera sido un error infantil e imperdonable hemos mantenido el estado de deliberación interno con legisladores, intendentes, concejales, dirigentes de organizaciones sociales, hemos hecho pública nuestra posición para que a nadie le queden dudas… nos hemos dado cuenta que todavía podemos servir al país a pesar del desgaste, que hay nuevas voces y nuevos aportes que estamos en condiciones de sumar y realizar para el engrandecimiento del pías, con paz, sin violencia y en democracia.
El justicialismo, ya que esa es la disputa que instaló Cristina al hablarle al país desde Parque Norte, con D’ Elía y Palacios en Plaza de Mayo y los Gobernadores del Partido en el Palco, pretende crear una secretaría que desde el Ejecutivo diseñe y controle la ejecución de las políticas públicas de la Nación en relación con los sectores de la producción agrícola ganadera, para los próximos 4 años –esto dicho por el propio Jefe de Gabinete- lo cual nos indica que el justicialismo está lejos de considerar la política agroindustrial Argentina como una Cuestión de Estado.
Pues bien, considero que esa herramienta estará sumamente condicionada por el presidencialismo hegemónico, expresado en la decisión de crear divisiones dentro del movimiento agropecuario intentando reducir a representación del campo a la presencia corporativa de los diferentes sectores. El Justicialismo en el Gobierno no tiene capacidad para articular el grado de movilización social que alcanzó el conflicto con el campo, por que no entiende la lógica existencia de la diferencia y mucho menos la tolerancia y el respeto por esa diferencia. Todo esto a tres meses de haber asumido el gobierno con un amplio margen de popularidad
De acuerdo con la realidad que plantean los productores a lo largo y ancho del país, creo que esa pensada Secretaría debería conformarse con la presencia de las representaciones de las provincias productoras de carne, de vino, de leche, de soja, de arroz, de yerba mate, etc., ya que son quienes padecen y conocen los problemas y están en mejores condiciones para resolverlos. Solamente una verdadera Federalización de los ámbitos sensibles del Ejecutivo Nacional puede establecer soluciones que sobrepasen los cambios de gabinete o las consecuencias de las variaciones de los precios internacionales de los productos que Argentina exporta y consume.
Tengamos en cuenta un argumento irrefutable: los granos, la leche y la carne, como todo los otros productos se producen en las provincias no en la Capital Federal. Sin lugar a dudas la concentración institucional que se pretende mantener a toda costa en manos del gobierno central, ha sido un elemento definitorio en deterioro de una economía federal y por lo tanto de una política institucional en concordancia con lo que establece nuestra Constitución.
Prueba de esa concepción centralista y vertical del Justicialismo, inhibidora de los procesos de cambio regionales o locales, es el reiterado y sostenido embate contra las autonomías provinciales llevada a cabo a través de los Pactos Fiscales de Menem, o el condicionamiento de las autoridades y representantes provinciales a cambio de presupuestos misérrimos – en relación con la riqueza que generan las provincias – en obras públicas, haciéndonos dudar de que ese sea el modelo de gestión que disminuya la pobreza y mejore la calidad ciudadana, plebiscitado y votado por el pueblo argentino.
Este es el fenómeno político estructural que no permite resolver con rapidez la crisis que enfrentan los sectores de la producción y que vienen planteando hace tiempo sin ser escuchados.
Si la regulación de los grandes pools de siembra no está a la fecha, habrá que preguntarle inmediatamente a Néstor Carlos Kirchner (4 años), Eduardo Duhalde (2 años), mayorías abrumadoras en ambas Cámaras Legislativas, mayorías abrumadoras en las gobernaciones y legislaturas provinciales, Leyes de Emergencia perpetuas que permiten al Jefe de Gabinete (proveniente del mismo signo partidario) asignar recursos sin control del Congreso Nacional, desmantelamiento y manejo arbitrario del Organismo Nacional de la Estadística (INDEC) para enturbiar las variables que permiten identificar el verdadero grado de concentración de riqueza en pocas manos, cómplices de cualquier Gobierno.
El Justicialismo no lleva adelante un gobierno progresista, ni vino a la historia del país para cambiar el modelo de generación, acumulación y distribución de la riqueza. Tampoco se lo critica por las acciones encaminadas a esclarecer los delitos aberrantes cometidos por el terrorismo de estado en la ultima dictadura, utilizar ese argumento para sembrar la desconfianza y la inestabilidad en la población es verdaderamente reaccionario ya que no existen factores de poder en el escenario social con intenciones de interrumpir el sistema democrático.
La falta de diálogo político, institucional y social es otro elemento que lo caracteriza como un régimen autoritario, conservador y reaccionario ya que no dialoga por considerar que sus interlocutores tuvieron responsabilidad con el pasado o no tienen suficiente capital político o social como para sentar a las máximas autoridades en una mesa a discutir y escuchar pedidos o sugerencias, o simplemente no dice nada.
Frente al reclamo de los productores la sociedad salió a la calle a brindar su apoyo en una clara muestra de reconocimiento del aporte que realizan estos sectores al bienestar de la población y en rechazo a una manera de entender la economía que sigue sin resolver la industrialización, el progreso de las comunidades más alejadas de los centros urbanos, una economía incierta y manejada desde las oficinas de Puerto Madero o desde la oficina de Guillermo Moreno y sus amigos en el INDEC, con una fortificada preponderancia del Poder Ejecutivo por sobre los demás Poderes del Estado.
El Justicialismo no quiere el debate político, no quiere debatir el perfil económico de atraso, prefiere mantener una economía nacional que brinda escasa infraestructura a la producción y al comercio, una economía que no maneja su Banca, ni su Petróleo, dependiente en lo energético, con sobreprecios, con subsidios a los amigos dueños de Empresas Concesionarias de servicios públicos como el trasporte de pasajeros o el ferrocarril.
El Justicialismo en el gobierno no quiere discutir la coparticipación a las provincias a pesar que gobierna la mayoría y los gobernadores justicialistas han dado muestras de un formidable estado atlético, no solo para realizar piruetas y reverencias según cambia de manos el poder partidario, sino para mantener durante mucho tiempo un estado de genuflexión.
La más clara alternativa política del Radicalismo, es mantener su reclamo de mayor democracia política y de Federalismo real. Esta crisis sin dudas nos ha permitido reencontrarnos en la calle, salir del ostracismo culpógeno y comenzar a delinear con mayor fuerza la agenda política que reclaman los habitantes del país y las provincias.
No hemos pretendido en ningún momento capitalizar el conflicto, hubiera sido un error infantil e imperdonable hemos mantenido el estado de deliberación interno con legisladores, intendentes, concejales, dirigentes de organizaciones sociales, hemos hecho pública nuestra posición para que a nadie le queden dudas… nos hemos dado cuenta que todavía podemos servir al país a pesar del desgaste, que hay nuevas voces y nuevos aportes que estamos en condiciones de sumar y realizar para el engrandecimiento del pías, con paz, sin violencia y en democracia.
Reynaldo Martínez
