Las mezquindades de la política siguen en pie. No hay retaceos a la hora del agravio y del despojo por las instituciones. A una semana de la muerte del ex presidente Raúl Alfonsín la dirigencia política parece no haber entendido el mensaje que dejó el líder radical. Un mensaje que fue captado por la ciudadanía en aquel largo sepelio y que entre sollozos una multitud comprendió en el reclamo por más diálogo, consenso, apego a las instituciones y mayor austeridad.
Nada de esto apareció en los últimos discursos presidenciales y mucho menos en la artimaña política de Néstor Kirchner por posicionar a Daniel Scioli como compañero de fórmula en la provincia de Buenos Aires. Nada del legado de Alfonsín se ve en una dirigencia que desestima las instituciones y, por encima de ellas, impone las candidaturas. La institución y el federalismo bonaerense quedarán manchados en el atajo tomado por el kirchnerismo con tal de arrastrar votos de donde sea. Más aún. Si el proyecto kirchnerista de poner a todos sus gobernadores como cabezas de lista de diputados se confirma, se profundizará aún más la debilidad institucional. ¿Qué ciudadano común podrá comprender que un gobernador utilice su cargo para ser candidato de una banca que jamás usará? ¿Qué instituciones podrán quedar legitimadas luego del 28 de junio con la alquimia electoral que hoy se desata? ¿Será referente cabal un Congreso que lleva como postulantes a diputados a candidatos fantasmas?
El mensaje de diálogo y la búsqueda de consensos que dejó Alfonsín tampoco apareció en el discurso de Cristina Kirchner, que volvió a confrontar con el campo y dijo que "cuantas más piedras me quieran poner en el camino más fuerzas voy a tener para saltarlas". La Casa Rosada cerró las puertas para alcanzar un acuerdo con el campo y con esas puertas se cerraron los caminos a la pacificación.
La oposición no hizo demasiados esfuerzos en la búsqueda de consensos tampoco. Abandonó la pelea por las retenciones en el Congreso para salir disparando a hacer campaña proselitista.
Hace una semana muchos dirigentes que hoy manosean las instituciones y desechan el diálogo, se paseaban por el Salón Azul del Congreso para dar su último pésame a Alfonsín y rescatar muy circunspectos de rostro el legado de valores que dejaba el ex presidente.
A la luz de los hechos nadie entendió a Alfonsín. Lamentablemente habrá que quedarse con una de sus últimas palabras que pronunció en la Casa Rosada cuando Cristina Kirchner le rindió un homenaje: "Tenemos una democracia incompleta", dijo con la voz entrecortada.
Martín Dinatale
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